Una cita que me ha acompañado mucho, creo oportuno compartirles:
«La década del 90 ha sido considerada una marcha forzada para los incluidos (la población activa). Cada uno debió dar lo mejor de sí y lo más de sí, cualesquiera que fueran las consecuencias familiares, personales, etc. La disminución de las garantías de estabilidad, afectó primero a los trabajadores menos calificados y casi enseguida a los niveles jerárquicos.
Ahora a los «desocupados» se los llama «excluidos». El desocupado es alguien que busca trabajo, que todavía tiene esperanzas de encontrarlo. Lee los avisos a la mañana temprano. Se lo ve en las largas colas de los pocos que ofrecen trabajo. Los excluidos, en cambio, son invisibles. No sólo han sido excluidos de un salario mensual, sino que no se los ve, tragados por una grieta que nadie quiere ver. Están excluidos de la mirada de los (por ahora) incluidos. ¿Cómo pueden asombrarnos los colapsos narcisistas y su secuela, la depresión?
Por la cantidad de individuos enfermos, las depresiones son una epidemia, tan epidemia como el dengue en ciertas regiones. Todavía no nos damos cuenta, todavía no empezamos a encarar una acción enérgica y urgente. En el dispositivo clásico (profesional/paciente) médicos, psiquiatras, psicólogos y visitadores sociales tendrán que abandonar el reduccionismo profesional [ * ] , el refugio en lo que se sabe, y asomarse a los otros saberes.
Pero no basta el encuadre o dispositivo clásico. Se requiere una sociedad menos enfermante. Se requieren medidas de gobierno, a partir de la toma de conciencia y de la participación de la ciudadanía toda, sin las cuales la mejor medida sería meramente burocrática.
Las depresiones son «enfermedades sociales». Ya no estamos en la sociedad industrial, ni en la del ocio, que vino después. Estamos (para algunos autores) en la “sociedad depresiva». Algunos, casi románticamente, consideran las depresiones “el mal del siglo”, y se responsabiliza al estrés, al hastío y a la falta de ideales de la sociedad contemporánea.
Y como la falta de ideales parece irremediable, ineluctable como el huracán o la lluvia, la sociedad entera (no sólo los laboratorios) ofrecen al sufriente soluciones mágicas.
Los útiles medicamentos antidepresivos se convierten así en artificiales píldoras de la felicidad y en un medio carcomido por la droga los deprimidos se vuelven “toxicómanos legales”.
Hace tiempo que perdimos el Paraíso. No aspiramos a abolir los huracanes sino a evitar que los huracanes nos arrasen. No aspiramos a vivir sin incertidumbre, pero por encima de cierto monto es imposible imaginar un futuro.
La búsqueda de nuevos objetivos, de nuevos proyectos sobre las cenizas de los anteriores es lo que diferencia a una persona que se siente apta para el futuro y la persona lastrada por el pasado. La ilusión se doblega ante la nostalgia.
En un individuo expuesto a excesivas pérdidas y frustraciones lo que peligra es el proyecto vital. Pero como he postulado en varios escritos, el sujeto no es un átomo social, sino una subjetividad encarnada y socializada, biológica y simbólica. La autoestima se resquebraja cuando la sociedad “maltrata” al sujeto y se desmantelan aquellos soportes necesarios para la perdurabilidad de la vida psíquica.
Ahora bien, la sociedad no es una entelequia, sino una sumatoria de hombres y mujeres, de individuos aislados y de grupos de presión, con distintas responsabilidades, claro, pero cada uno con al menos un poco de responsabilidad.
La degradación de los valores colectivos incide sobre los valores personales, instituidos en la infancia pero siempre resignificándose.
¿Cómo recuperar una credibilidad apuntalada por convicciones éticas compartidas y compartibles?
Prevenir la depresión es favorecer la inserción en proyectos colectivos, transformando la apatía escéptica en protagonismo.«
. . . . . .
De: «Bipolaridad: industria farmacéutica y clínica». Luis Hornstein. Revista Actualidad Psicológica. Argentina. Julio 2008.
[ * ] el autor habla más arriba (no lo transcribí) definiéndolo como «la simplificación excesiva en el análisis o estudio de un tema complejo», y que «cada disciplina (psicoanálisis, bioquímica, genética, cognitivismo, hitórico-social) tiene el suyo, su prepotencia«.
Foto/ Picture by Andrew Christanto
Las depresiones son “enfermedades sociales” y es esta sociedad la que nos enferma.
No me sorprende que mucha gente prefiera luchar y que el activismo pueda ser una forma de cura temporal de esta enfermedad en la que cualquiera puede caer.
Excelente aporte,
Bueno, os lo dice alguien con experiencia, una vez que caes en la garra de la depresión es muy muy jodido salir.
No se puede decir eso (con todo respeto al comentario) de «mucha gente prefiere luchar». La depresión es una enfermedad que te puede acabar anulando tu mente y tus verdaderos deseos. No es tema de preferir.
Si. Supongo que ha sido desafortunado el comentario.
Fanta no creo desafortunado el comentario. Chema: no dijo Fanta que es voluntaria la caída en la derpresion, sino que es voluntario el activismo, como modo de escape de la depresión. Hay gente que puede, otra que no. Tampoco es loable que para escapar de la depresión de caiga en la manía, o la excitación extrema: son dos caras de la misma moneda.
Como con muchas circunstancias que anulan (adicciones de toda índole) no cualquiera cae en cualquier dependencia: algunos somos más propensos a unas que otras. Lo que no existe es persona libre de necesidad de escape de esta sociedad que vivimos, como también es cierto que somos capaces de construir otra cosa… aunque cada vez sea más complicado: pero no imposible.
El activismo es como un empuje, como el salto a la pileta: pero si después no nadas, te ahogas… o quedas flotando.
El construir en comunidad, luego de dar el salto, sería el paso siguiente, para que el activismo no termine siendo un modo de vida al estilo «me opongo permanentemente» sin propuesta de salida, sin propuesta de otra realidad, con los otros.
Esto es un tema muy complejo, excede un post y un comentario. Lo publiqué como disparador de reflexión, no solo de las enfermedades psicológicas/psiquiatricas que se extienden masivamente sino de otras cosas que el autor menciona. Gracias por el leerlo :)
Diganselo a Aaron Swartz.